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Santiago Medina Carrillo

Fundado el 30 de Enero de 2011

viernes, 25 de marzo de 2011

Eunice Odio



EUNICE ODIO: EL AGATA DE FUEGO
Por Raúl Henao
Sorprende que la poeta costarricense  Eunice Odio (San José 1919-México1974)señalada por del poeta chileno Humberto Díaz Casanueva como “uno de los más puros, más trascendentales talentos poéticos demujer de la América Latina” y su libro,El Tránsito de Fuego, como “una de las obras poéticas másvastas de América, una enciclopedia de hechicería lúcida”  Sea, al momento presente, tan patéticamente desconocida en el ámbito latinoamericano como lo fuera en vida.
Otras poetas, en sus comienzos  desconocidas y poco leídas en sus respectivos países,como Olga Orozco, Alejandra Pizarnik o Marosa di Giorgio han ido ganando lentamente  el favor de los  lectores de poesía  y su obra circula actualmente  en México, Argentina, Perú o Venezuela…pero que sepamos, Eunice en el lapso de tiempo transcurrido desde su muerte, hace exactamente 37 años, sólo cuenta con una  reediciónde su obra completa, que no corresponde a la importancia y el fervor rayano  en el culto,  que goza entre una elite escogida y difícil, que no ignora que la poetisa costarricense encarna,  a  la par quizás de Sor Juana Inés de la Cruz, el modelo o arquetipo mágico-religioso de verdadera MUSA o poetisa inspirada, de la que nos habla Robert Graves en su estudio monumental sobre el mito poético:
“La mujer que se interesa por la poesía debería en mi opinión ser una Musa silenciosa e inspirar a los poetas con su presencia femenina (…) o bien debería ser la Musa en un sentido completo: debería ser por turnos Arianrhod, Blodeuwedd y la vieja cerda de Manawr que devora a sus lechones y debería escribir, en cada uno de esos aspectos, con autoridad antigua. Debería ser la luna visible, imparcial, amorosa, severa y juiciosa”  (La Diosa Blanca. Editorial Losada. Buenos Aires, Página 580)
En  un documento excepcional sobre su vida titulado Eunice Odio/Antología que aparte de su poesía  incluye una selección –expurgada es cierto- de la “correspondencia” que la escritora sostuviera desde México con el poeta venezolano Juan Liscano, autory  editor  del libro; se transparenta de manera explícita su “altacalidad estética y humana” (Pedro Guillén) su “ser amoroso”(José León Sánchez), su ”ternurailimitada” (Otto Raúl González) su extrañeza y singularidad que la distingue entre otras muchas poetas de lengua española “Eunice no era de este mundo”(Juan Bañuelos)…Hasta el punto de merecer el dictamen siguiente de uno de los poetas actuales más importantes de su país de origen:
“Su obra pertenece desde siempre a nuestra cultura por derecho propio. Por vocación creativa sus poemas, cuentos, ensayos son patrimonio estimable de nuestra literatura. De allí venimos quienes pergeñamos un poema o escribimos un texto. Son parte fundamental de  nuestra historia literaria aunque no se conozcan o no se critiquen o no se lean ennuestras universidades y colegios”(Alfonso Chase, Nuestra Eunice, Territorio del alba y otros poemas. Página 247)
Pero aunque en la publicación  antológica atrás mencionada, que incluye poemas de su primer libro Los Elementos Terrestres (Premio Centroamericano de Poesía.Guatemala,1947) deTerritorio del alba, de El Tránsito de Fuego y la correspondencia con Liscano, puede corroborarse la atmósfera supernaturalista que rodeaba su vida cotidiana,  también se hace  evidente su extrema pobreza material,la soledad abrumadora a la que la redujera su temperamento soberbio e independiente, ajenoal oportunismo arribista, que suele caracterizar a los círculos intelectuales latinoamericanos; a su “apartamiento absoluto” de la política de izquierda en la que había militado en su juventud durante su estadía en El salvador, Guatemala y México,ahora subordinada a los intereses pro-soviéticosdelestalinismo internacional, y del movimientofeminista(1) que sólo busca la igualdad laboral y política con el hombre, cuando ella reivindicaba la “diferencia” de asumirsecomo mujer total, consciente de la importancia que esto reviste en el contexto de una culturatradicional o ancestral.
Su obra misma,quese inicia  como un cántico erótico-espiritual, cercano al Cantarde los Cantares salomónico oalCántico Espiritual de San Juan de la Cruz, donde se celebra por igual el cuerpo y el espíritu en un sentido que rebasala concepción dualista judeocristinana occidental, toma en la madurez un rumbo polifónicoy dramático que nos recuerda el elevado lirismo del teatro griego antiguo, o los dramas poético- metafísicos de T.S. Eliot o Paul Claudel… A la par que conjuga en sus metáforas e imágenes poéticasla revelación y la invención surrealista y creacionista, lo que en ocasiones la vuelve difícil para la generalidad de los lectores modernos, incapaces de seguirla en ese camino trazado por el ejercicio de lo que ella llamara“el intelecto activo”aquel que reviste la agudeza de un cuchillo o el filo de una navaja y  donde “laabstracción” - al decir de Díaz Casanueva-  “no se resuelven en  formulaciones intelectuales sino en prefiguraciones míticas”.
Hay en ella, por otra parte, la afinidad electiva de adentrarse enaquellos senderos perdidos en el emblemático“bosque de símbolos”(2) del que nos hablara Baudelaire y que la emparenta con poetas como Blake, Novalis, Nerval, Rimbaud, Yeats, Breton, LubiczMilosz  o Pessoa,  que a menudo transitan las vías de lo oculto o esotérico. Pero no será el vínculo que la relaciona con la “doctrina secreta” de la enigmática Madame Blavatsky lo que la separe de los lectores modernos,  sino la naturaleza auroral, resplandeciente  (o resplandiciente, al decir de ella misma) luminosa,angélica, de su obra poética… más cercana a la experiencia del nacimiento  (¿de una nueva era o edad de oro?) que de la muerte y la decadencia que se avisora en todo el ámbito de la cultura global actual.
Ya Díaz Casanueva anotaba que El Tránsito de Fuego era una de las pocas obras poéticas que en Hispanoamérica puede abiertamente contraponerse al impacto o novedad tanático- depresiva, que a comienzos del siglo pasado produce la lectura deResidencia en la Tierra de Pablo Neruda…Porque no hay en ella ninguna atmósfera o tiempo nublado que vele a nuestros ojosla luz del sol…Con la consiguiente ceguera o deslumbramientoque esto produce necesariamente en el entorno de los coterráneos del poeta, aquello que la autora denomina “la inidentificación metafísica”:
“La poesía y el poeta,se ven afligidos, también por el problema de la inidentificación. Todo aquel que crea se ve, en menor grado oen mayor grado, afectado por él, ya sea en alguna parte o en todas partes. El creador extraordinario,el arquetípico es el más inidentificado de todos -a mayor poesía mayor luz, por lo tanto mayor deslumbramientoy ceguera general- Nadie cree que es lo que es y por lo mismola identificación es imposible (…) Y como a Elías, el profeta,  al poeta lo tienen “en nada” y lo hacen padecer. Y  muchas veces, como a Cristo, lo matan. ¿Qué en estos tiempos ya no sucede? Yo he visto morir a más de uno, sin contar a César Vallejo. Murieron de abandono y de dolor espiritual, como Vallejo que es un caso extremo(Antología. Página 111)
Terminemos, pues, de rescatar para las letras en español la obra de esta gran poeta e imaginera centroamericana,  que ha sabido hablarnos, en la oscuridad  presente,  de la aurora por venir… cuando los planos espirituales vuelvan a ser accesibles para la humanidad. Sabemos que en vida ella ha invocado como su santo patrono al arcángel Miguel que en la sabiduría cabalística es homologable a Hod, la octava sephirah…el Thot egipcio, señor de la magia y la palabra escrita,“la inteligencia absoluta o perfecta” que nos concede como dádiva o experiencia espiritual,  la visión del esplendor de los mundos… reales e imaginarios.
Notas
(1)   Eunice que vive en los EE.UU. cerca de tres años, de “agosto de 1959 a marzo de 1962” atribuye la crisis de valores en ese país a la inversión que se ha dado en el papel social que juegan el hombre y la mujer. “¡La mujer igual al hombre! Pero es que no hay nada igual a nada. Punto. Si no hay un hombre igual, imagínate si podría haber una mujer igual al hombre”  Le escribe a Liscano. (Antología. Página 124)                                                                                                                                                                                                                                         

(2)   En una reseña de El Tránsito de Fuego de Eunice, publicada en La Nación, en mayo de 1989, nos dice Peggy von  Mayer (editora de sus Obras completas. Editorial Universidad de Costa Rica.San José. 1996) “El universo poético del poema es predominantementesimbólico. Los símbolos no son sólo un tenue velo metafórico que manifiesta de modo concreto las realidades inefables e invisibles, sino que resultan el instrumento idóneo para expresar los infinito con lo finito, lo inmaterial con lo material, lo divino con lo humano, que únicamente se descubre al lector sensitivo que ha sabido penetrar en el secreto de lo sagrado”


Eunice odio / Correspondencia con Juan Liscano/
Selección de Raúl Henao.

“¿Para qué quiero ser rica si puedo ser poeta? Dios sabe que preferiría pedir limosna, si fuera preciso, antes que me fuera negado el gran “don carismático”. Si me dieran a elegir, entre formar parte de los poderosos de la Tierra y ser parte de los que pueden dar vida nueva a la palabra, ni un momento vacilaría. Y si me dijeran que me dan un gran poema a cambio de la miseria extrema, y que sólo un poema grande, elijo el poema grande, aunque sólo sea Uno. Así ha sido desde que descubrí que la poesía no era en mi una “afición” sino “un destino implacable”. No hay cosa que no dé por la Belleza que es una forma de Dios; la más próxima a su Naturaleza. Y por eso la cuido a ella y a mis actos, más que a mi físico. Hay que hacer de modo que Ella no huya.”

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“… La mayoría de los poetas operamos  con un lenguaje que es una vestidura resplandeciente o para mejor decir, resplandiciente. De tal manera brilla y resplandice,que los sensibles de todas las categorías, desde la más alta hasta la mas baja, tienen por fuerza que mirarnos y “fijarse” en nosotros, sintiéndose hechizados. Somos seductores espirituales “profesionales”.
Por lo que a mi  toca, en cuanto tengo tiempo lápiz y papel, bien sé cómo hacer para decir cosas de tal modo, que cualquier persona, con un mínimo de sensibilidad, o un máximo de hipersensibilidad, tiene por fuerza que quedar atrapada dentro del círculo mágico. Es una especie de “atraco a mano armada, con alevosía y ventaja”, aunque sin premeditación, porque es verdad que no tenemos más remedio que hacer así las cosas; porque no es que deliberadamente busquemos que las palabras se agrupen en un orden brillante sino que ellas así llegan  y nos asaltan: agrupadas como quieren. Y se necesitaría ser un santo laico, para resistir al encantamiento a que nos someten –primero que a nadie-”

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“Los poetas tenemos que ser más humildes y sacrificar ESO: detenernos menos en nosotros y mirar atentamente todo lo que nos circunda.
En “El Tránsito de fuego” inventé una palabra: Pluránimo. Si un poeta no es la suma de todas las ánimas, va mal. ¿Y cómo se puede ser eso, si te dedicas a las grandes abstracciones, que te alejan de la carne dolorida de Adán, y te llevan, sólo a ti, a los planos de la Divinidad?
El poeta tiene el secreto del ser del hombre y le dice al hombre como es él, y cómo es Dios. Pero sólo tiene ese secreto cuando, literalmente, entra en el hombre, calla, cuando llega a poseerlo, cuando es el más VERDADERO y amante prójimo –o próximo-  del hombre. Y cuando eres dueño de esos secretos es que estás en Dios. Y se acabó. Si el Nirvana está en el camino de la poesía, el poeta lo halla sin buscarlo”.

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“Y luego resulta que yo nunca creí en serio, eso de que tenía que morirme… ¿Sabes quien si está seguro de eso? O, Paz. Un día me dijo en el colmo de la solemnidad y la seriedad: “Tú, querida, eres de la línea de poetas que inventan una mitología propia, como Blake, como Saint John Perse, como EzraPound; y que están fregados, porque nadie los entiende hasta que tienen años o aún siglos de muertos”. ¡Qué consolador! Y ahora se va a dar un quemón. Como profeta es una pantufla, quizás porque no es cierto que yo haya “inventado una mitología” Todos esos personajes son arquetipos de la vida; seres vivientes y padecientes, no dioses semejantes a los hombres, sino elegidos parecidas a los dioses.
Todo esto no tendría que explicártelo si leyeras o, menor dicho, hubieras leído, el ultimo libro que he publicado, o sea El Tránsito de Fuego. Entonces verías que ese libro lo escribió un intelecto activo.
Un intelecto activo es el que puede andar en el filo de la navaja, uno pasivo es el que cae, a un lado o al otro. (Tengo un ensayo que escribiré cuando tenga tiempo, sobre este hermoso problema del intelecto activo o el pasivo, en relación con la poesía).
No me resbalo ni confundo nada; hay dos compartimientos: uno es el plano  de la cotidianeidad, en que trabajo, me hago guisos, me compro trajes; tengo un perro chiquito, negro, con carita de bulldog; pero con alzada de zarigüeya, que es simpatiquísimo y dulce y es de los dueños del edificio de Neva 16; y un Gran Danés imponente, con una línea perfecta y una casta intachable, que es de unos señores de casa rica que viven enfrente. Otra cosa, completamente distinta, es el plano de las cosas extrañas a la tierra, o al reino del hombre común, en el cual estoy.
Si te asomas  a la ventana y ves que entre el firmamento y tú, todo está lleno de cuerpos luminosos como diamantes en vuelo; si abres el refrigerador, y ves que una rama de tomillo, no sólo ha echado hijos, sino que ha crecido; si te das cuenta de que, ahora, la belleza de un cuadro que tienes en tu casa, es algo que puedes penetrar hasta sus últimos pigmentos, en forma que antes era vedada; si tu casa se vuelve un palacio lleno de reflejos que antes no veías, es fácil perder el equilibrio, SI NO SEPARAS LOS COMPARTIMIENTOS.
Pero, si yo no pudiera separarlos, y mantenerlos rígidamente separados, a estas horas sería incapaz, siquiera de escribirle esta carta. Es así de simple.
Estas situaciones tienen que manejarse radicalmente o desintegran a cualquiera. Para no desintegrarme en la nada absoluta, tengo que darme cuenta, ABSOLUTA Y TOTALMENTE, que algo está incidiendo en mi porción terrena; pero que ese algo incide solamente y no es  lo mismo que mi tarea terrestre. Una cosa es el cuerpo con que leo el periódico, y otra, muy diferente, el cuerpo con que veo pequeños astros resplandecientes; así como son cosas muy diferentes el cuerpo con que amo al gran danés y el rarísimo y dulce buldog, como míos, siendo ajenos –porque no puedo tener un perro “personal” y entonces tengo muchos-, y el cuerpo con que me entero de que el oro bajó de precio. Todo tiene su lugar y hasta su tiempo. Y es necesario situar a cada cosa en su sitio espacial, temporal, emocional, porque, de lo contrario, uno está perdido. ¿No estas de acuerdo?”

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“(…) Pero, ¿es que solamente los inmensos poetas y los enormes pintores, tienen derecho a expresarse? Siempre he creído que no. Me parece que la poesía (y todas las artes), son una sinfonía inmensa, en la que cada cual da sus notas: unas apagadas, otras sordas, otras brillantes, otras altas, otras pianísimas.  En siendomúsica, todas son necesarias, todas contribuyen a la inmensa sinfonía que estamos cantando... por los siglos de los siglos. Todos los instrumentos tienen sus grados de belleza. Entre las diferentes calidades de talento, hay una cuestión de grados; y entre el talento y el genio, también hay una cuestión de grados; entre las diversas calidades de genio, también hay una cuestión de grados, pero desde que alguien tiene talento – y creo que es el caso de Beatriz-, su trabajo es respetable. Beatriz me conmueve porque se puede decir que toda su vida – desde la infancia-, es una cadena de pesares y, sin embargo, cuando se pone frente al caballete, todo lo que sale al lienzo o al papel es un mundo de poesía dulce que  relata las mejores, y más puras cosas de la vida. Ahí, en su lienzo, no hay amargura, ni rencor, sino ternura, agradecimiento por la vida, comprensión de las flores y de los animales.  Su mundo es un mundo bendecido, poético, en una palabra”.

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“Tal vez hacía dos horas que permanecía en ese delirio doloroso; tal vez más (en esos estados nadie es muy consciente del transcurso del tiempo) y, repentinamente, vi una mariposa blanca que iba pasando muy cerca de la ventana, afuera, al aire de la noche despejada y fría. Abrí deprisa y pude verla ascendiendo por el muro de los tres pisos que hay después del mío (el cuarto), hasta que se perdió.
¿Una mariposa blanca a medianoche? No, Juan. Las mariposas blancas o de colores luminosos, duermen de noche, como los pájaros. Desde el crepúsculo, se tienden a dormir (con las alas en posición vertical o semihorizontal, según sea su espacie) y despiertan y se levantan con el alba. Las que andan en la noche tienen pigmentación oscura y cuesta verlas. Esta era dulcemente blanca como la flor del cardo, visible y densa y leve; sus alas como de seis centímetros, agitándose.
¿Fui víctima de una alucinación? Puede ser. ¿Hay alguien que pudiera asegurarme que eso fue lo que ocurrió? Sí, un ángel del cielo. Y ellos, como sabemos, no se meten con cristianos tan desventurados como yo... y, en general, no se ven involucrados en estas cosas. La verdad es que nunca sabremos si vi una mariposa que existe en algún plano distinto del nuestro, que incidió entre nosotros colándose por una rendija; o si lo que presencié fue el producto de mi alucinación particular.  En todo caso fue hermosísimo y confortante, aunque por siempre ignoremos lo que fue. ¡Qué inquietante es verse metida en esto y no saber nada de nada!”

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“El problema de las inidentificación metafísica tiene su raíz en al falta de fe. Si los judíos hubieran “creído” que era verdad lo que veían, hubieran identificado correctamente al Cristo por lo que era: Cristo el Mesías y no otro; Elías el profeta, y no otro.  Como no creyeron, porque es cierto que la verdad obvia es difícil de creer – talvez porque es la luz, y ésta ciega a los que no la merecen, para que no la vean y no tenga vida eterna-, toda identificación era absolutamente imposible.    Sostengo que la vida de la Biblia le habla al poeta y, a la vez, habla de él. (Por poeta entiendo a todo el que crea, aunque nunca escriba ni un poema).
La poesía y el poeta, se ven afligidos, también por le problema de la inidentificación.  Todo aquel que crea se ve, en menor grado, o en mayor grado, afectado por él, ya sea en alguna parte o en todas partes. El creador extraordinario, el arquetípico, es el más inidentificado de todos – a mayor poesía mayor luz; por lo tanto deslumbramiento y ceguera general-. Nadie cree que es lo que es y, por lo mismo, la identificación es imposible.  Se acostumbran demasiado a verlo, porque parece igual a todos los hombres.
“¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estas maravillas? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María?, ¿y sus hermanos Jacobo y José, y Simón y Judas? ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
Y se escandalizaron en él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su casa y en su tierra. Y no hizo allí muchas maravillas, a causa de la incredulidad deellos” S. Mateo 1, 54-55-56-57-58.
Y como a Elías, el profeta, al poeta lo tienen “en nada” y lo hacen padecer. Y, muchas veces, como a Cristo, lo matan. ¿Qué en estos tiempos ya no sucede? Yo he visto morir a más de uno, sin contar a César Vallejo. Murieron de abandono y de dolor espiritual, como Vallejo, que es un caso extremo”.

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“En serio, lo único temible es la vida. Es tan hermosa esa criatura que es nosotros y que somos ella, que muchas veces arrastra a los vivientes, nos arrastra hasta “sus” últimas consecuencias que son las nuestras, porque somos inseparables. ¡Qué criatura embriagadora, y peligrosa, e infinitamente poderosa! Con poco que nos descuidemos nos lleva por donde quiere y no por donde queremos. Sí, sí, es la vida a la que debemos temer mucho, por su bondad y su belleza sin fin que son seducción absoluta y enajenante.  Viéndola y siendo uno ella misma en alguna de sus partes y en ciertos de sus momentos, vive ebrio, sabiéndote inserto en el prodigio mismo. ¡Todo esto es tan extraordinario que no lo parece! Témele a la vida o domestícala. A la muerte no la esperes, porque vendrá sin eso. Claro que no se puede domesticar a la vida, sino al trozo que nos toca o que somos y siempre que formulemos la gran abstracción que se llama “mi vida”. Hay que saberse manejar en la vida; pero no se necesita ninguna sabiduría ni ningún aprendizaje para la muerte. He ahí la gran diferencia. Morir es simple, vivir, en cambio, es la complicación de la simplicidad que es crecer hasta el fin”.

(Eunice Odio /Antología- Monte Ávila Editores. Caracas 1975)

domingo, 6 de marzo de 2011

Roque Dalton


Roque Dalton nació en San Salvador el 14 de mayo de 1935 y murió el 10 de mayo de 1975. Poeta, periodista, ensayista y novelista. Cursó estudios en el Externado de San José. Publica sus primeros poemas en la revista Hoja (Amigos de la Cultura), y Diario Latino, en San Salvador.

Militante revolucionario desde muy joven, fue fundador del Círculo Literario Universitario en 1956.

En 1957, viajó a Moscú como representante salvadoreño en el Festival de la Juventud. Realizó estudios de Jurisprudencia, Ciencias Sociales y Antropología en universidades de El Salvador, Chile y México. En 1969, ganó el premio de Casa de las Américas.

Por sus ideas políticas, fue encarcelado varias veces, se exiló desde 1964. Vivió y trabajó en Guatemala, México, Praga y La Habana; realizó viajes a Sur América, Europa, Corea y Vietnam. A finales de 1973 regresó al país bajo el seudónimo de Julio Delfos Marín, para integrarse al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Muere asesinado por sus propios compañeros el 10 de mayo de 1975.

Obras:
Mía junto a los pájaros (San Salvador, 1957)
La Ventana en el rostro (México, 1961)
El Mar (La Habana, 1962)
El turno del ofendido (La Habana, 1962)
Los Testimonios (La Habana 1964)
Poemas (Antología, San Salvador, 1968)
Taberna y otros lugares, Premio Casa de las Américas (La Habana, Cuba, 1969)
Los pequeños Infiernos (Barcelona 1970)

Ensayos:
El Salvador (monografía, 1963)
César Vallejo (La Habana 1963)
El intelectual y la sociedad (La Habana, 1969)
¿Revolución en la revolución? y la crítica de la derecha (La Habana 1970)
Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972)
Las historias prohibidas del pulgarcito (México, 1974)

Obras póstmas:
Poemas clandestinos (1980)
Pobrecito Poeta que era yo (narrativa, 1981)
Un libro rojo para Lenín (1986)
Un libro levemente odioso (poesía, 1988)
Los Hongos (poesía, 1989)
Sus poemas :

                                                                A la Carta

                                                                                                     


Sírvame la ópera Madame Butterfly
término medio
con salsa de maní picante
y un poco de gobierno español
con trocitos de invierno.

Después me trae a un soldado de la Primera Brigada de Artillería
en completo estado de ebriedad
un par de mirtos
la erupción del Krakatoa
y el servicio postal a la luz de la filosofía.

De beber
algo que no desmaye en su difícil pero honrosa tarea.

Los postres se los pediré después.

Ah
y palillos de dientes.

Roque Dalton


COMO TÚ



Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.

Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.

Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.

Roque Dalton


 ALGUNAS NOSTALGIAS



Encallecido privilegio este orgulloso sufrir,
no se rían.

Yo, que he amado hasta tener sed de agua, luz sucia;
yo que olvidé los nombres y no las humedades,
ahora moriría fieramente por la palabrita de consuelo de un ángel,
por los dones cantables de un murciélago triste,
por el pan de la magia que me arrojara un brujo
disfrazado de reo borracho en la celda de al lado...

 Roque Dalton


REVISIÓN DE CAUSA



Dolor el de la serpiente que no posee párpados.
Cómo no tener el veneno de saludo
ignorando la fácil solución de incluirnos en la sombra?


Roque Dalton

lunes, 28 de febrero de 2011

José de Espronceda Delgado



(1808-1842)

José de Espronceda Delgado nació el 25 de marzo de 1808 en un
lugar situado cerca de Almendralejo (Badajoz) llamado Pajares
de la Vega, perteneciente a la región autónoma de Extremadura
(España).
Le fueron impuestos los nombres de José Ignacio Javier
Oriol Encarnación. Su padre, Juan José Camilo de Espronceda y
Pimentel, militar. Su madre, María del Carmen Delgado y Lara.
Espronceda tuvo tres hermanos más, pero murieron al poco tiempo
de nacer.
El mismo año de su nacimiento, España sufrió la invasión del ejército francés al mando del emperador Napoleón, y se desencadenó la llamada Guerra de la Independencia. Durante sus primeros años de vida, Espronceda experimentó el peregrinaje con su familia, al compás de las vicisitudes de la campaña bélica, empapando sus ojos infantiles de las grandes miserias y las efímeras
glorias que trae una guerra.

Hacia 1820 la familia de Espronceda se traslada a Madrid.Al año siguiente se le concedió una plaza en la Academia de Artillería de Segovia, a petición de su padre, plaza que él nunca llegó a ocupar pues estudiaba humanidades en el colegio de San Mateo, bajo la dirección de don Alberto Lista, gran poeta romántico, lo que muy probablemente influyó en él para decidir su inclinación hacia el estudio de las letras y hacia la ideología liberal. En 1823 es ejecutado en la horca el militar liberal Rafael de Riego y Núñez, por el régimen de la monarquía absolutista regida por Fernando VII, suceso que fue presenciado por el joven Espronceda. A los quince años, Espronceda fundó con otros jóvenes una sociedad masónico-patriótica llamada «Los Numantinos» y él fue su presidente. Cuando el régimen absolutista descubrió la existencia de esta célula secreta, que se reunían en el sótano de una céntrica calle madrileña, encarceló a todos sus miembros. Espronceda fue condenado a cinco años de reclusión en un convento-prisión de Guadalajara, pero a las pocas semanas y por influencia de su padre, que ejercía de coronel, fue absuelto. En aquel convento-prisión fue donde empezó a escribir el poema épico "El Pelayo", de corte clásico. En 1826 emprende viaje a Lisboa desde Gibraltar, -coloniainglesa del sur de Andalucía-, que por aquellos años reunía a gran cantidad de liberales españoles.
En la capital portuguesa, Espronceda conoció a una joven de 16 años llamada Teresa Mancha, hija de un militar español emigrado a Lisboa por sus ideas liberales. A finales de 1827 Espronceda sale para Inglaterra, país donde existía gran número de emigrados españoles. Tambíen sale para dicho país el militar Mancha con toda su familia. De allí partiría para Holanda y al poco tiempo hacia París, donde posiblemente combatió en las barricadas de la revolución de julio de 1830, uno de cuyos triunfos fue destronar a la monarquía absolutista de los Borbones.
De aquello saldría el primer monarca liberal-burgués, Luis Felipe de Orleans. De allí, el poeta intenta pasar a España con una columna de liberales al mando del guerrillero "Chapalangarra". Fracasaron totalmente en el intento y nuestro poeta vuelve a París. De allí, en 1831 se trasladó a Londres, donde la familia Mancha llevaban una vida de honrada miseria. Cuando Espronceda regresa a Londres, la situación de estrechez había conducido a Teresa a casarse con Gregorio del Bayo, rico comerciante vizcaíno-español establecido
en Londres, quien le daba todo a su esposa, menos amor, puesto que le llevaba muchos años. Al reencontrarse con su amado, renació en Teresa el recuerdo de su amor en Lisboa, anidando en ambos la idea de la fuga. Teresa tenía que ir a París con su marido y allí la esperó Espronceda. En la noche del 15 de octubre de 1831 ella abandonó el hotel donde se hospedaba y se fugó con su amante. En 1833, acogiéndose a la amnistía general
a favor de todos los liberales emigrados, los amantes José y Teresa, pasan a España, a vivir en Madrid, dejando este breve periodo en el ánimo del poeta, imborrables recuerdos. Pero quien fue capaz de abandonar a su esposo y a un hijo que había tenido en su matrimonio, lo fue también al ir olvidando aquel amor e irlo sustituyendo por caprichos de casquivana. El genio altanero de Espronceda tampoco contribuyó a la paz del hogar, y así vino a suceder que Teresa se fugara a Valladolid cierto día con un tal don Alfonso,
abandonando a Espronceda y a Blanca, la hija de ambos. El poeta logra reunirse con ella en dicha ciudad, durando la reconciliación poco tiempo, pues Espronceda es nuevamente perseguido por sus ideas liberales y tiene que refugiarse en casa de un amigo. Teresa, siguió llevando una vida inquieta, hasta que en 1839 murió de tuberculosis, siendo enterrada de limosna en Madrid.
Después, Espronceda ingresa en el cuerpo de Guardias de Corps, pero debido a la publicación de una poesía liberal-patriótica, es expulsado a Cuéllar, pueblo de Castilla la Vieja, donde escribe su única novela: "Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar" Vuelve a Madrid y llega a ser diputado y fundador de varios periódicos de tendencia liberal o
democrática. En 1840 publica dos libros de poesías: "Poesías" y "Diablo Mundo". Al año siguiente, es destinado a la embajada española en Holanda. Al poco tiempo regresa a España, para ocupar el cargo de diputado por la provincia de Almería, y en el año 1842, un miércoles 25 de mayo, muere Espronceda a la edad de 34 años, como consecuencia de una difteria a la laringe.


El estilo poético de José de Espronceda se incluye dentro del género del romanticismo, corriente político-cultural europea perteneciente a la primera mitad del siglo XIX. En su verso encendido y lleno de evocaciones líricas y patrioticas, desde una optica liberal de ver la vida, puede vislumbrarse el impetu juvenil con el que está escrita toda su obra poética, que ha sido dividida en tres secciones:
El poema épico; las poesías líricas; sus obras dramáticas.
Entre las poesías líricas destacan "Canto a Teresa", intercalado
en "A Jarifa en una orgía"; "El Diablo Mundo"; "El verdugo";
"El mendigo"; "El sol"; "La Canción del Pirata"; el gran poema "El Estudiante de Salamanca"; etc.. Por último, el grupo de susobras dramáticas, entre las que figuran "Blanca de Borbón", "Ni el tío ni el sobrino", "Amor venga sus agravios".Vivimos en una época de escepticismo, que presume de insensible, racionalista y objetiva, sobre todo cuando se muestran sinceros mensajes de un joven corazón exaltado y sensible como el de José de Espronceda; y al ver cómo muy pocos vibran con ellos, se siente que aumenta la simpatía por el príncipe de los románticos españoles. 

Su obra :



EL REO DE MUERTE



¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!
I

Reclinado sobre el suelo
con lenta amarga agonía,
pensando en el triste día
que pronto amanecerá,
en silencio gime el reo
y el fatal momento espera
en que el sol por vez postrera
en su frente lucirá.

Un altar y un crucifijo,
y la enlutada capilla
lánguida vela amarilla
tiñe en su luz funeral,
y junto al mísero reo,
medio encubierto el semblante,
se oye al fraile agonizante
en son confuso rezar.

El rostro levanta el triste
y alza los ojos al cielo;
tal vez eleva en su duelo
la súplica de piedad:
¡Una lágrima! ¿es acaso
de temor o de amargura?
¡Ay! a aumentar su tristura
¡Vino un recuerdo quizá!

Es un joven y la vida
llena de sueños de oro,
pasó ya, cuando aún el lloro
de la niñez no enjugó:
El recuerdo es de la infancia,
¡Y su madre que le llora,
para morir así ahora
con tanto amor le crió!

Y a par que sin esperanza
ve ya la muerte en acecho,
su corazón en su pecho
siente con fuerza latir,
al tiempo que mira al fraile
que en paz ya duerme a su lado,
y que ya viejo y postrado
le habrá de sobrevivir.

¿Mas qué rumor a deshora
rompe el silencio? resuena
una alegre cantinela
y una guitarra a la par,
y gritos y de botellas
que se chocan, el sonido,
y el amoroso estallido
de los besos y el danzar.

Y también pronto en son triste
lúgubre voz sonará:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!

Y la voz de los borrachos,
y sus brindis, sus quimeras,
y el cantar de las rameras,
y el desorden bacanal
en la lúgubre capilla
penetran, y carcajadas,
cual de lejos arrojadas
de la mansión infernal.

Y también pronto en son triste
lúgubre voz sonará:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!

¡Maldición! al eco infausto
el sentenciado maldijo
la madre que como a hijo
a sus pechos le crió;
y maldijo el mundo todo,
maldijo su suerte impía,
maldijo el aciago día
y la hora en que nació.

II

Serena la luna
alumbra en el cielo,
domina en el suelo
profunda quietud;
ni voces se escuchan,
ni ronco ladrido,
ni tierno quejido
de amante laúd.

Madrid yace envuelto en sueño,
todo al silencio convida,
y el hombre duerme y no cuida
del hombre que va a expirar;
si tal vez piensa en mañana,
ni una vez piensa siquiera
en el mísero que espera
para morir, despertar;

que sin pena ni cuidado
los hombres oyen gritar:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!

¡Y el juez también en su lecho
duerme en paz! ¡y su dinero
el verdugo placentero
entre sueños cuenta ya!
Tan sólo rompe el silencio
en la sangrienta plazuela
el hombre del mal que vela
un cadalso al levantar.

Loca y confusa la encendida mente,
sueños de angustia y fiebre y devaneo
el alma envuelven del confuso reo,
que inclina al pecho la abatida frente.

Y en sueños
confunde
la muerte,
la vida.
Recuerda
y olvida,
suspira,
respira
con hórrido afán.

Y en un mundo de tinieblas
vaga y siente miedo y frío,
y en su horrible desvarío
palpa en su cuello el dogal;
y cuanto más forcejea,
cuanto más lucha y porfía,
tanto más en su agonía
aprieta el nudo fatal.

Y oye ruido, voces, gentes,
y aquella voz que dirá:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!

O ya libre se contempla,
y el aire puro respira,
y oye de amor que suspira
la mujer que un tiempo amó,
bella y dulce cual solía,
tierna flor de primavera,
el amor del la pradera
que el abril galán mimó.

Y gozoso a verla vuela,
y alcanzarla intenta en vano,
que al tender la ansiosa mano
su esperanza a realizar,
su ilusión la desvanece
de repente el sueño impío,
y halla un cuerpo mudo y frío
y un cadalso en su lugar.

Y oye a su lado en son triste
lúgubre voz resonar:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!

José de Espronceda Delgado

Canción del pirata


Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar ríela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul:

«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo escapar;
Que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.»

José de Espronceda Delgado 


CANTO II
A TERESA (26)

DESCANSA EN PAZ



Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
Llanto tal vez vertiendo de ternura,
Que nuestro amor y juventud veían
Y temblaban las horas que vendrían.


Y llegaron en fin.. ¡OH! ¿Quién, impío,
¡Ay!, agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo un cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.

¿Cómo caíste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y entre ondas fulguroso,
Rayos al mundo tu esplendor vertía
Y otro cielo el amor te prometía.

Mas, ¡ay!, que es la mujer ángel caído
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo;
Sí, que el demonio en el Edén perdido
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y, ¡ay!, aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.

Brota en el cielo del amor la fuente
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana:
Mas, ¡ay!, huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.

Huid, si no queréis que llegue un día
En que, enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos;
En que al cielo, en histérica agonía,
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.

Los años, ¡ay!, de la ilusión pasaron;
Las dulces esperanzas que trajeron,
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron;
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.

¡Pobre Teresa! Al recordarte siento
Un pesar tan intenso... Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío;
Para allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde, vil polvo, tu beldad reposa.

Y tú, feliz, que hallaste en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas mísera a perderte
Y era llorar tu único destino;
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino...
¡Feliz!, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel te volviste al cielo.

Roída de recuerdos de amargura,
Arido el corazón sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones;
Sola y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones;
Tus hijos, ¡ay!, de ti se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran.

Tus ojos escaldados por el llanto
Tu rostro cadavérico y hundido,
Único desahogo en tu quebranto,
El histérico, ¡ay!, de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!

¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad lanzada
A romper tus barreras turbulenta;
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.

Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay! De tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.

Que yo como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay!, al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía.
Yo, inocente también, ¡oh, cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!

Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos, en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado,
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado,
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo sin horas y medida
Ver como un sueño resbalar la vida.

¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices cambiaban;
Cuando, de tu dolor tristes despojos,
La vida y su ilusión te abandonaban
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura;

Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos, ¡ay!, en tu postrer momento,
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando.

Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándote severa;
Sí, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;

¡Oh, cruel! ¡Muy cruel! ¡Martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado!
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
Morir el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano con los ojos fijos
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.

¡Oh, cruel! ¡Muy cruel!... ¡Ah!, yo, entretanto,
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto;
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida:
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver mas, ¡qué importa al mundo ¡

José de Espronceda Delgado